Las Trece Rosas

Las Trece Rosas es el nombre colectivo dado a un grupo de trece jóvenes, varias de ellas miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), fusiladas por la dictadura de Francisco Franco en Madrid el 5 de agosto de 1939, cuatro meses después de finalizar la Guerra Civil Española.

El 3 de agosto de 1939, la sentencia del fiscal del Consejo Permanente de Guerra encontró a las Trece Rosas como «responsables de un delito de adhesión a la rebelión».​

Las edades de las víctimas estaban entre los dieciocho y los veintinueve años. Las Trece Rosas fueron Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente. En realidad, las mujeres fusiladas fueron catorce, porque a las anteriores debe sumarse Antonia Torre Yela, fusilada el 19 de febrero de 1940.​ Entre ese primer grupo de ejecutados también fueron fusilados cincuenta hombres, entre los que había un joven de catorce años.

Detención y consejo de guerra: Tras la ocupación de Madrid por el ejército franquista y el fin de la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse clandestinamente bajo la dirección de José Pena Brea, de veintiún años. Los dirigentes del PCE y las JSU habían abandonado España, dejando la organización en manos de militantes poco significativos, los cuales esperaban pasar más desapercibidos. José Pena, secretario general del comité provincial de las JSU, fue detenido por una delación y obligado a dar, mediante torturas, todos los nombres que sabía y firmar una declaración preparada.

Roberto Conesa, policía infiltrado en la organización, colaboró también en la caída de la organización. Conesa fue posteriormente comisario de la Brigada Político-Social franquista y ocupó un cargo importante en la policía durante los primeros años de la dictadura. La práctica totalidad de la organización clandestina cayó de este modo, sin apenas posibilidad de reorganización. La mayor parte de los detenidos aún no había tenido tiempo de integrarse en la organización clandestina o apenas acababan de hacerlo. A la captura de los militantes ayudó el que los ficheros de militantes del PCE y las JSU no habían podido ser destruidos, debido al golpe de Estado del coronel Casado, y fueron requisados por los militares franquistas al ocupar Madrid. Entre los detenidos se hallaban las Trece Rosas, que fueron detenidas y conducidas primero a instalaciones policiales, donde fueron torturadas, y después a la cárcel de mujeres de Ventas, construida para cuatrocientos cincuenta personas en la que se hacinaban unas cuatro mil.

El 27 de julio de 1939 tuvo lugar un atentado contra el coche donde viajaba el comandante Isaac Gabaldón Izurzún, acompañado de su hija Pilar de dieciséis años de edad y el conductor José Luis Díez Madrigal de veintitrés años, cuando circulaban por la carretera de Extremadura cerca de Talavera de la Reina. El comandante Gabaldón, que murió en el atentado, era un antiguo miembro de la «quinta columna» de Madrid y en aquel momento desempeñaba un cargo importante en el aparato represivo franquista, pues estaba encargado del «archivo de la masonería y el comunismo» que suministraba documentación a los fiscales militares en los consejos de guerra contra los partidarios de la República, de ahí que el régimen interpretara su muerte como «un desafío de un adversario al que creía totalmente aniquilado, y decidió castigar a los verdaderos o supuestos responsables de un modo ejemplar». Aunque todo parecía indicar que había sido obra de algún grupo de antiguos soldados de la República, o de huidos —no era la primera vez que se producía un atentado contra un vehículo en marcha en los alrededores de Madrid—, el régimen lo atribuyó a una supuesta red comunista de grandes dimensiones.​ Los cuerpos sin vida de la hija de dieciséis años y del conductor fueron localizados tres días después.

Un primer consejo de guerra sumarísimo se celebró el 4 de agosto en Madrid, donde fueron condenados a muerte sesenta y cinco de los sesenta y siete acusados, todos ellos miembros de las JSU, siendo fusilados al día siguiente sesenta y tres. El 7 de agosto fueron fusilados un número indeterminado de hombres condenados en otro juicio, y pocos días más tarde fueron condenadas veinticuatro personas más —fueron fusiladas veintiuna, salvándose tres jóvenes «porque el régimen había empezado a temer que el caso pudiera crear un eco desfavorable para la nueva España en el extranjero»—. Entre los cincuenta y seis ejecutados en Madrid el 5 de agosto de 1939, se encontraban trece mujeres jóvenes, que serían conocidas como las Trece Rosas​, así como cuarenta y tres hombres (43 claveles), entre los que se encontraba un niño de catorce años.

La represión en Madrid fue llevada a cabo bajo el mando de Eugenio Espinosa de los Monteros que, como comandante del I Cuerpo de Ejército franquista y primer gobernador militar, organizó la represión y los fusilamientos en Madrid.

Nueve de las jóvenes fusiladas eran en el momento de su muerte menores, ya que la mayoría de edad estaba establecida en 23 años en 1889, 21 años en 1943, 18 años en 1978.

Los fusilamientos saltaron más tarde a la prensa internacional cuando se conoció que entre los primeros sesenta y tres ejecutados se encontraban trece mujeres jóvenes. Una hija de madame Curie promovió una campaña de protesta en París por las Trece Rosas que tuvo un gran impacto en Francia, a pesar de lo cual el régimen franquista no detuvo su espiral represiva —se estima que la mayoría de las trescientas sesenta y cuatro personas que fueron detenidas por el atentado contra el comandante Gabaldón fueron fusiladas—.

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