Atentado casa cuartel de Vich

El atentado contra la casa cuartel de Vich se produjo el 29 de mayo de 1991 en Vich (Barcelona) España y fue perpetrado por la organización terrorista ETA. Consistió en la explosión de un coche bomba con unos 200 kg de amonal introducido en la casa cuartel de la Guardia Civil de la localidad, ocasionando 10 muertos (cinco de ellos menores)​ y 44 heridos, la mayoría de ellos civiles.​

Según todos los indicios, el atentado respondió a una consigna de la dirección de la banda para perpetrar importantes matanzas en Cataluña, en el punto de mira internacional con motivo de la organización, justo un año después, de los Juegos Olímpicos de Barcelona.​ Unos meses antes, el mismo Comando Barcelona había asesinado a seis policías en Sabadell.

Al día siguiente del suceso, las investigaciones policiales condujeron a la localización de los autores del atentado en la localidad de Llissá de Munt, produciéndose un enfrentamiento que derivó en la muerte de dos de los tres integrantes del comando en el tiroteo.

Según la declaración ante el juez de Juan José Zubieta Zubeldia (integrante junto con Jon Félix Erezuma y Joan Carles Monteagudo del Comando Barcelona de ETA), el día del atentado él y Monteagudo se dirigieron a Vich en un Renault 11, mientras que Erezuma lo hizo con otro vehículo de igual modelo pero ya equipado con los explosivos.​ Sobre las siete de la tarde, aprovechando que las puertas del patio interior estaban abiertas, dirigieron el coche-bomba hacia el interior del cuartel, deslizándolo por la rampa de entrada del mismo. Cuando el vehículo se encontraba en el centro del patio, Monteagudo detonó el explosivo por control remoto, provocando la explosión. Posteriormente, emprendieron la huida en el otro vehículo, que cambiaron por una furgoneta Citroën C15 para no levantar sospechas y poder trasladarse a su refugio.​

El artefacto estaba compuesto por 12 bombonas de butano rellenas con 18 kg de amonal cada una, un total de 216 kg. En el momento de la explosión, la mayor parte de los guardias se encontraban dando cobertura a una competición deportiva, por lo que en el cuartel había sobre todo mujeres y niños, muchos de estos jugando en el patio del mismo.​ Como consecuencia de la explosión, las tres plantas del edificio se derrumbaron, quedando solo en pie la fachada.​ Además, la onda expansiva rompió cristales en pisos situados a más de 500 m, y afectó a unos 50 inmuebles en el paseo de la Generalitat en que se encontraba el cuartel. Tras los primeros momentos de confusión, comenzaron a llegar al lugar los equipos de salvamento, bomberos y ambulancias, que comenzaron el levantamiento de escombros y el auxilio a los heridos, cifrados en un primer balance en más de 50, la mayoría niños.​ El trasiego de ambulancias, bomberos y policía originó un auténtico caos circulatorio en la ciudad. Por la noche, continuaban los trabajos de rescate, que incluían perros policía adiestrados para el rescate y grúas, habiéndose encontrado hasta entonces siete víctimas, entre ellas tres niñas de 8, 10 y 11 años que se encontraban jugando en el patio, y un guardia civil que se encontraba asistiendo a los heridos cuando fue atropellado mortalmente por una ambulancia.10​ En las tareas de desescombro participaron también muchos voluntarios llegados al lugar del suceso.

Colindante al cuartel, se encontraba el Colegio del Sagrado Corazón, en cuyo patio, según declaraciones de una monja que presenció la explosión, se encontraban jugando unos 50 niños que habían finalizado las clases. El colegio sufrió también importantes daños a causa de la explosión.​

Al día siguiente por la mañana se confirmó oficialmente el fallecimiento de diez personas, y 44 heridos de diversa consideración, incluidos cinco con pronóstico reservado y una niña de 8 años que sufrió la amputación de una pierna.

​La matanza tuvo una gran repercusión en la opinión pública española, y la condena al atentado fue unánime. Todos los partidos políticos democráticos condenaron el hecho, que supuso la segunda mayor matanza perpetrada por ETA en Cataluña tras el Atentado de Hipercor.22​ El Papa Juan Pablo II envió un telegrama de condolencia condenando el atentado.

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