Asesinato Calvo Sotelo
La noticia del asesinato de Calvo Sotelo causó una enorme conmoción, no solo por el hecho en sí —era el líder más destacado de la oposición—, sino también porque los autores del magnicidio eran miembros de las fuerzas de seguridad «que llevaban como auxiliares a militantes socialistas —uno de ellos, escolta de Indalecio Prieto— y como jefe al capitán de la Guardia Civil Condés, también ligado al PSOE». Pero lo que probablemente causó un impacto aún mayor fue la falta de respuesta del gobierno del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga y del presidente de la República, Manuel Azaña.
Por otro lado, el asesinato de Calvo Sotelo y sus circunstancias decantaron a muchos militares, que todavía dudaban o permanecían indiferentes, a sumarse a la conspiración contra el gobierno que se venía fraguando desde abril bajo la dirección del general Mola y que, solo cuatro días después del asesinato del líder monárquico, desembocaría en el golpe de Estado de julio de 1936, cuyo fracaso parcial desencadenó la guerra civil española. Los vencedores en la guerra proclamaron a Calvo Sotelo como el «protomártir» de su «Cruzada de Liberación». Se levantaron monumentos en su honor (el más importante, situado en la plaza de Castilla de Madrid, fue inaugurado personalmente por el generalísimo Franco en 1960) y en prácticamente en todas las ciudades españolas se le dedicó una calle o una plaza. Una empresa estatal del INI fundada en 1942 llevaría su nombre.
El socialista Julián Zugazagoitia, en la inmediata posguerra, escribió lo siguiente:
Las fuerzas conservadoras y militares, organizadas desde hacía mucho tiempo para sublevarse habían sido heridas en lo vivo. Calvo Sotelo era el jefe civil del movimiento. Se había impuesto a todos los hombres de la monarquía, sobre los que tenía la superioridad de su preparación y de su talento. [...] Concretaba en su persona la confianza no sólo de los monárquicos, sino también de más de la mitad de los diputados de la CEDA...
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