Elecciones municipales de España de 1931
Los colegios electorales se abrieron a los ocho de la mañana del domingo 12 de abril de 1931 y hasta su cierre a las cuatro de la tarde se formaron grandes colas de votantes. La participación fue del 67%, siete puntos por encima de las últimas elecciones municipales celebradas en 1922. El ministro de Fomento Juan de la Cierva comentó: «¡Qué barbaridad, señores, no se han cansado de votar!». Los periódicos destacaron el completo orden en que se habían realizado las votaciones, ya que no consignaron ningún incidente, y que habían sido «rabiosamente sinceras». Como ha destacado Carmelo Romero Salvador, el electorado era «consciente de que en las urnas se dirimía una cuestión diferente —fortalecer la monarquía o avanzar hacia la república— a la de cualquier otra elección anterior».
A lo largo de la tarde y de la noche del domingo fueron llegando al Ministerio de la Gobernación, a donde había acudido la mayoría de los ministros, los resultados de las capitales de provincia que arrojaban una aplastante victoria de las candidaturas republicano-socialistas ya que habían conseguido la mayoría de concejales en 39 de ellas y solo en 9 habían ganado los monárquicos (en realidad solo en 7, pues los datos de Soria y de Gerona estaban equivocados y allí también habían ganado los republicanos-socialistas), a falta de conocer los resultados de Las Palmas y de Santa Cruz de Tenerife (finalmente se sabría que en la primera habían ganado los monárquicos y en la segunda los republicano-socialistas). Así pues, los monárquicos solo habían vencido en ocho capitales (Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Palma de Mallorca, Pamplona, Vitoria y Las Palmas), con la salvedad de que en Burgos y Vitoria las candidaturas republicano-socialistas habían tenido mayor número de votos, mientras que los republicanos-socialistas habían obtenido la mayoría en 42 (y en 30 de ellas habían ganado en todos sus distritos): de los 1657 concejales en disputa habían conseguido 1003 por 614 los monárquicos (los otros 40 correspondían a diferentes grupos). Por el número de votos la victoria aún había sido más contundente ya que los monárquicos no habían llegado a los doscientos mil (195 147) y los republicano-socialistas se había acercado al medio millón (443 945), según el estudio realizado por Carmelo Romero Salvador. En Madrid y en Barcelona los republicanos-socialistas casi habían triplicado el número de votos de los monárquicos (91 662 por 33 989 en Madrid; 98 579 por 34 725 en Barcelona).
El gobierno no dio unos resultados oficiales hasta las 14 horas del día siguiente, lunes 13 de abril ―veintidós horas después de haberse cerrado los colegios―, y estos fueron muy incompletos pues solo hacían referencia a 28 025 concejales de un total 89 099 (ninguna mención al número de votos). Si se tiene en cuenta que 15 963 ya habían sido proclamados el domingo anterior en aplicación del artículo 29 de la ley electoral, en realidad la información proporcionada por el ministro de la Gobernación, el marqués de Hoyos, sólo se refería a 12 062 concejales realmente electos. En cuanto a la adscripción política de los mismos el ministro comunicó que 22 150 eran monárquicos y 5 875 republicanos. Sobre estos datos, que sólo se referían a un tercio del total de concejales y que no contabilizaban votos, la historiografía antirrepublicana y franquista posterior basaría la afirmación de que las elecciones las habían ganado los monárquicos, y todo ello con el objetivo de deslegitimar a la Segunda República.
La conclusión del estudio de Carmelo Romero Salvador sobre estas elecciones es contundente: es una «falsedad» afirmar «que las elecciones municipales que trajeron la República las habían ganado los monárquicos. Es muy probable que obtuvieran más concejales, incluso bastantes más... Lo que es seguro es que, en número de votos —sin distinciones cualitativas de rural y urbano, sino cuantitativas—, el triunfo de la conjunción republicano-socialista resultó para todos, o para casi todos, ya en aquel momento incontestable». Así lo reconoció, por ejemplo, el conde de Romanones, ministro de Estado, que declaró a los periodistas: «Nada, señores. El resultado de la elección no puede ser más deplorable para nosotros los monárquicos. Esta es la verdad, porque sería inútil escamotearla o tergiversarla».
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