Ley de fugas

Su aplicación habría permitido acabar con el bandolerismo andaluz en el siglo XIX. Asimismo, los gobiernos de la Restauración (1874-1931) favorecieron la guerra sucia oficial contra el movimiento sindical y permitieron que el gobernador civil de Barcelona, el general Severiano Martínez Anido, por medio de la Guardia Civil y pistoleros del Sindicato Libre, ordenase ochocientos atentados que produjeron más de quinientos muertos entre diversos anarcosindicalistas de la CNT (entre ellos, figuras tan destacadas como Salvador Seguí o Evelio Boal), según cifras del propio Martínez Anido; las cifras reales debieron ser, por tanto, probablemente superiores.​

De hecho, el futuro dictador Miguel Primo de Rivera justificaba este terrorismo de Estado en una carta de 1920 al entonces presidente del gobierno español Eduardo Dato: «Comprendo que el instinto de defensa busque medios extralegales... Una redada, un traslado, un intento de fuga y unos tiros comenzarán a resolver el problema.»

Muchos intelectuales y escritores atacaron esta inhumana disposición, como por ejemplo Ramón María del Valle-Inclán en un par de escenas añadidas a la segunda edición (1924) de su esperpento Luces de Bohemia, a través del personaje del anarquista catalán Mateo, preso ejecutado de esta forma.

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), a este procedimiento se le llamó también por eufemismo «dar el paseo», ya que se le indicaba al preso que se le permitía «pasear» antes de dispararle, por lo que los presos, que empezaron a conocer esta añagaza, se negaban a pasear y desde entonces se les disparaba por la espalda, sin más. Para dar al asesinato político una apariencia legal, el procedimiento habitual era la falsificación de una denuncia de desafección al bando que fuera, que se lograba muchas veces a la fuerza, mediante torturas o chantaje a otro detenido; con ese pretexto, se encarcelaba y ejecutaba, mediante el «paseo», a la víctima. El procedimiento se menciona en algunas obras, por ejemplo, en la novela histórica Inés y la alegría, de Almudena Grandes (2010), o en la película La sombra de la ley, de Dani de la Torre (2018).

La ley de fugas se siguió empleando durante la dictadura de Francisco Franco, particularmente durante la represión de la guerrilla republicana de los maquis. Más ampliamente, se utilizaba contra aquellos que mantenían posturas ideológicas diferentes al nacionalcatolicismo y no podían ser condenados a muerte por la vía judicial.

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