Ofensiva de Cataluña
Estrategia franquista: Para hacerse con Cataluña, el bando sublevado decidió primero partir la zona republicana en dos, dejando al sur las provincias de Valencia, Alicante, Murcia y algunas de Castilla la Nueva y al norte un pequeño territorio que acogía parte de la provincia de Tarragona, toda las provincias de Barcelona y Gerona, tal como se logró en abril de 1938 con la ruptura del frente de Aragón. Cataluña quedó aislada desde entonces y con pocas expectativas de recibir la ayuda de refuerzos, a pesar de que entonces la ciudad de Barcelona era sede del legítimo gobierno republicano.
Tras la batalla del Ebro (25 de julio-16 de noviembre de 1938), las tropas franquistas habían desgastado gravemente a los ejércitos republicanos acantonados en Cataluña, quienes vieron reducida su capacidad operativa por la pérdida de material de guerra, y por las bajas en combate de soldados veteranos. Si bien el estado mayor del Ejército Popular Republicano conservaba el denominado Grupo de Ejércitos de la Región Oriental con 300000 hombres, al mando de los generales Juan Hernández Saravia y Vicente Rojo Lluch, la mayor parte de estas tropas eran reclutas inexpertos y carentes de armamento suficiente para estar equipados por completo. La aviación republicana tampoco se hallaba en buenas condiciones, al tener casi un tercio de sus aparatos en mal estado e incapaces de operar en combate.
La retirada de las Brigadas Internacionales en octubre de 1938 había privado a la República de un contingente de tropas, que si bien resultaban muy pequeñas en número sí eran experimentadas en la lucha. A este factor se unía la mala situación estratégica de Cataluña, rodeada por el Mediterráneo y por la zona bajo control franquista, aunque conservaba la frontera con Francia en su extremo norte, susceptible de ser atacada por los flancos sur y oeste y contando sólo con los ríos Ebro y Segre como "defensas naturales".
Consecuencias: La ofensiva provocó el éxodo masivo de 400000 personas que cruzaron la frontera hacia territorio francés, bajo la condición de entregar sus armas al gobierno de aquel país. Esta masa de refugiados incluía unos 220000 soldados del ejército republicano, 60000 varones adultos no combatientes, 10000 heridos y 17 000 mujeres y niños.
La ofensiva de Cataluña terminó dejando en poder del bando sublevado un importante reducto republicano, en tanto Cataluña poseía valiosos recursos industriales y la segunda ciudad más importante de España, y dejaba toda la frontera francesa bajo control franquista, reduciendo la zona republicana a las regiones del centro y suroeste de la península. El balance militar y estratégico resultaba ahora totalmente contrario a la Segunda República Española y convenció a varios dirigentes republicanos que la guerra estaba perdida, lo cual generó fuerte desmoralización y motivó a inicios de marzo un golpe de Estado contra Negrín, dirigido por el coronel Segismundo Casado y que dio lugar al efímero Consejo Nacional de Defensa.
Si bien el presidente del Gobierno, Juan Negrín, volvió a la zona republicana el 10 de febrero, el presidente Manuel Azaña renunció a su cargo y se negó a volver a España al igual que numerosos líderes políticos y militares, incluyendo al general Vicente Rojo, para esto Azaña declaraba carecer de los elementos básicos «dentro o fuera de España» para seguir sosteniendo en la práctica la posición de Presidente de la República, la cual debió ser asumida por Diego Martínez Barrio en París. Tanto Azaña como otros líderes republicanos exiliados (incluyendo al general Rojo) consideraban perdida la guerra.
Mientras tanto la victoria franquista implicó la severa represión contra los republicanos que no pudieron fugarse a Francia, junto con la supresión de la autonomía de Cataluña y la prohibición de usar el idioma catalán en el ámbito público. Tales medidas, impuestas ya en Lérida en abril de 1938 cuando las tropas franquistas entraron en dicha provincia, ahora eran aplicadas a toda Cataluña.
Fuera de España, el resultado inmediato fue el reconocimiento diplomático hecho por Gran Bretaña y Francia al gobierno de Franco el 26 de febrero y la depreciación casi total de la peseta republicana en los mercados mundiales, al parecer evidente que tras la caída de Cataluña y la renuncia del propio Manuel Azaña, el triunfo de Franco era cuestión de tiempo, a pesar de que Madrid siguiera resistiendo.
Comentarios
Publicar un comentario