Restauración borbónica

Se conoce por Restauración borbónica a la etapa política de la historia de España desarrollada bajo la monarquía que se extendió entre el 29 de diciembre de 1874 (momento del pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos que puso fin a la Primera República Española) y el 14 de abril de 1931 (fecha de la proclamación de la Segunda República). El nombre alude a la recuperación del trono por parte de un miembro de la Casa de Borbón, Alfonso XII, después del paréntesis del Sexenio Democrático.

El régimen político de la Restauración, fundamentado en la Constitución de 1876, se caracterizó por una estabilidad institucional y la construcción de un modelo liberal del Estado, hasta su progresiva decadencia a partir de la crisis de 1917 y de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Se basó en los cuatro pilares ideados por su artífice, el político liberal-conservador Antonio Cánovas del Castillo: Rey, Cortes, Constitución y «turno» (alternancia pacífica entre los «partidos dinásticos» ). El «turnismo» facilitó el bipartidismo con dos grandes partidos, el Partido Conservador de Cánovas y el Partido Liberal de Sagasta, que se fraccionaron a la muerte de sus líderes. Así, el sistema fue oligárquico y centralista,​ y la Iglesia ganó poder económico, ideológico (al controlar gran parte de la educación) y social (al declararse constitucionalmente España como un Estado confesional, aunque con tolerancia hacia los cultos no católicos en el ámbito privado).

Cánovas prometió (y cumplió) que se cambiarían los modos y maneras del reinado de Isabel II, superando el sistema de partido único de facto que había abocado a una falta de legitimidad de Isabel II y a su posterior derrocamiento en la Revolución de 1868. Sin embargo, el régimen político de la Restauración se basará en el sistemático fraude electoral llevado a cabo por el ministro de la Gobernación con el encasillado gracias a la red caciquil extendida por todo el territorio. De hecho los cambios de gobierno («el turno») se producían antes de las elecciones y no después como en los regímenes parlamentarios (no fraudulentos). El regeneracionista Joaquín Costa lo caracterizó en 1902 con el término «oligarquía y caciquismo». En las más de veinte elecciones generales que tuvieron lugar entre 1876 y 1923 ningún gobierno las perdió.

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