Manifiesto de Ginebra

El llamado Manifiesto de Ginebra fueron unas declaraciones de don Juan de Borbón al periódico suizo Journal de Genève publicadas el 11 de noviembre de 1942 en las que le reclamaba al general Franco, entonces en el poder en España, que diera paso a la restauración de la monarquía en su persona, como legítimo heredero del rey Alfonso XIII fallecido en febrero del año anterior. Las declaraciones fueron hechas inmediatamente después de que se produjera el desembarco aliado en Marruecos y Argelia que dio un giro a la Segunda Guerra Mundial y que amenazaba la supervivencia de la Dictadura franquista alineada con las potencias del Eje.

El 11 de noviembre de 1942, sólo dos días después del inicio de la desembarco aliado en Marruecos y en Argelia, el periódico suizo Le Journal de Génève publicó unas declaraciones de don Juan de Borbón, en las que éste se desmarcaba del régimen franquista. Tras asegurar «que la Monarquía será restaurada y… no vacilaré un instante en ponerme a su servicio», decía: «Mi suprema ambición es la de ser el rey de una España en la cual todos los españoles, definitivamente reconciliados, podrán vivir en común». Así frente a la tesis que sostenían Franco y su asesor el capitán de navío Luis Carrero Blanco, de la Monarquía como continuidad del régimen franquista, don Juan presentaba la Monarquía como alternativa al mismo. Pocos días más tarde circuló clandestinamente por Madrid un manifiesto anónimo en el que se decía que Franco debía ser depuesto y sustituido por una Regencia que proclamara a don Juan como rey de España.​

En estas declaraciones, también conocidas como el «manifiesto de Ginebra», don Juan de Borbón manifestaba por primera vez su aspiración a ocupar el trono de España y que había llegado el momento de poner fin al régimen franquista. «Atrás quedaban las afinidades ideológicas con Acción Española y se presentaba allí un hombre que anhelaba ser el rey de todos los españoles y no sólo de un bando, y que consideraba su misión principal conseguir la reconciliación de la nación, eliminando las causas que la mantenían dividida».​ Los motivos que le habían llevado a hacer estas declaraciones los explicó don Juan en una carta que le envió meses después a uno de los generales que le apoyaban:​

En noviembre de 1942, temiendo que la política exterior del general Franco, política poco compatible con las obligaciones que impone la neutralidad estricta en la guerra mundial, pudiera provocar consecuencias peligrosas para el futuro de España, decidí hacer unas primeras declaraciones en las que, después de haber presentado ciertos puntos fundamentales de mi actitud, declaré que la Monarquía restaurada mantendría a toda costa una neutralidad escrupulosa y estricta con respecto a las naciones beligerantes.

Según Harmurt Heine, «el "manifiesto de Ginebra" fue como un llamamiento a los partidarios del pretendiente a que apoyasen su causa con mayor vigor que el que habían manifestado en el pasado, y algunos de ellos respondieron a esa señal».​ Así, el mismo día en que apareció el «manifiesto de Ginebra» el general Kindelán se entrevistaba con Franco en Madrid para pedirle en su nombre y en el del resto de generales monárquicos (Gómez Jordana, Dávila, Aranda, Orgaz, Vigón y Varela) que proclamase la monarquía y se declarase regente, y para decirle también que el Ejército no podía aceptar que su Generalísimo fuera al mismo tiempo el jefe de un partido, Falange, al que hacía responsable de la «marcha a la deriva [de] la nave del Estado en completo desgobierno», tal como les dijo a los generales, jefes y oficiales que reunió en su casa cuando regresó a Barcelona —donde estaba al frente de la Capitanía General de la IV Región Militar—. «Franco apretó los dientes y respondió en un tono conciliador y taimado. Negó cualquier compromiso formal con el Eje, afirmó que no deseaba permanecer más de lo necesario en un cargo que cada día encontraba más desagradable y confesó que quería que don Juan fuera su sucesor». Dos meses después lo destituyó de su puesto al frente de la Capitanía General de Cataluña, nombrándolo director de la Escuela Superior del Ejército, que no tenía mando directo sobre tropas. Fue sustituido por el falangista general Moscardó.

En la primavera de 1943 se vio la primera muestra de la campaña semiclandestina que se desarrolló a favor de don Juan. Aparecieron en Madrid unas octavillas, imitando a las tarjetas postales, en las que aparecía una foto y la biografía del pretendiente, junto con un fragmento del discurso de la primavera de 1942. Por esas mismas fechas se formó un comité monárquico integrado por Alfonso García Valdecasas, Germiniano Carrascal, Joan Ventosa i Calvell, Manuel González Hontoria y José María Oriol, que representaba al sector de la Comunión Tradicionalista que encabezaba el conde de Rodezno. También se produjo entonces el primer intento de don Juan de trasladar su residencia de Lausana a Portugal, pero Oliveira Salazar no lo autorizó y el gobierno británico tampoco lo presionó porque que no quería incomodar a Franco ni poner en peligro el Bloque Ibérico.

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